Los amantes de Estocolmo, Roberto Ampuero

        En el barrio Djursholm próximo a la ciudad de Estocolmo, dentro de una casa que tiene vista al Báltico, se encuentra sentado en su estudio Cristóbal Pasos, un -no tan reconocido- escritor de novelas policíacas. Él mismo lo escribe: “Yo habito una casa cerca de Estocolmo, escribo esta novela y hasta me permito ir a patinar a la pista de hielo de la plaza”. Marcela su esposa no se encuentra en la casa, seguro está con su amiga la cubana tomando un café o vendiendo algún cuadro a uno de sus clientes. Ambos vienen de Chile y ambos son artistas: él de las letras y ella de las tablas- o así lo era.
Ese es el soporte de la novela, sobre el cual se irán desarrollando las acciones y el cual se modificará con el transcurso de los acontecimientos. Pero también están los sentimientos y las ideas que en ella se expresan, porque Cristóbal escribe la novela pero también la vive. Es su historia, o al menos una parte de ella, es lo que ve y lo que escucha; lo que cree y profesa. Cada palabra que se revela en el libro es la correcta para conformar una oración que contiene profundidad y que no podría ser ninguna otra oración. Es decir que las palabras crean las oraciones adecuadas, y estas a su vez conforman los párrafos del libro.
Todo tiene una función dentro de la historia: las descripciones, las anécdotas, las opiniones. Cristóbal se toma el tiempo necesario para presentar los acontecimientos y los personajes. Él como narrador protagonista comienza la novela con la muerte de su vecina; en la primera línea presenta a un personaje y su fatal desenlace, pero sin dar detalles. Posteriormente presenta a su esposa y la describe como la imagen que tiene proyectada en su mente y no como es Marcela actualmente. Ésa es una característica del estilo de Cristóbal, que primero describe los recuerdos de los personajes y después cómo son estos.
Entonces Los amantes de Estocolmo más que ser una novela de crímenes, es una reflexión sobre la vida, su realidad y el tiempo que se está en ella. Pero sí hay crimen. De hecho los personajes principales –Cristóbal y Marcela- cometen un asesinato a un hombre; pero más que un asesinato fue una casualidad: una serie de hechos se presentaron en un momento preciso y generaron un desenlace inesperado e irremediable. Cristóbal expresa que nunca en su vida ha matado a nadie y se trata de convencer de que él no es un homicida. Aunque sospecha que su vecino sí.
Comienzo, entonces, a detallar paso a paso esta historia que me corroe y angustia, y mientras escribo esto ahora y en este teclado, y esbozo esta situación agobiante, opresiva, kafkiana, este crimen que no quise cometer y que el destino –o quizás un libro ya escrito- me impuso, constato que todo esto es ficción, una ficción que lamentablemente parece al mismo tiempo realidad palpable, una suma de circunstancias y encadenamientos que dictan y conducen la trama hacia un desenlace que ni el narrador ni yo conocemos”.
Para el escritor, quien no es el autor, cada una de las historias de la vida ya ha sido antes escrita, es un libro que ya existe. Marcela representa la conciencia pura, sus palabras van más allá de las acciones. Para ella todo lo que sucedió es producto de las circunstancias. Y se lo repite a Cristóbal constantemente, ellos son buenas personas a las que les ocurren cosas malas.
Esta idea es la que siembra en Cristóbal la duda de si su vecino Markus Eliasson mató a su esposa y  después a la señora de limpieza, quien lo acusaba de haber matado a la primera. Esto es en principio lo que inspira al escritor a realizar la novela que terminará siendo más que una historia policiaca, una introspección del escritor y hasta del mismo autor del libro.
Sólo un policía aparece a lo largo de la historia: Oliverio Duncan. Quien se presenta ante Cristóbal para investigar el caso de Boyerna, la de la limpieza. Duncan es un hombre pragmático y objetivo y logra intimidar –sin ningún propósito- al escritor hasta el punto tal de que este quiera confesarle toda la verdad.
Sin embargo, como lo revelará al final de la novela, al oficial nunca se le cruza por la mente que el asesinato de un mafioso ruso –víctima de los protagonistas- haya sido proporcionado por ellos. Digo “revelará” porque será Duncan quien termine de escribir el libro. Pasos había huido de Estocolmo hacia Portugal solo, ya habían pasado algunos años desde los sucesos “predestinados”; un día estaba trabajando en su posada cuando llega Oliviero a tomar unas vacaciones con su esposa. Cristóbal sospechó que el policía venía a buscarlo y se suicida. Duncan consigue el manuscrito, lo lee y decide terminar la historia. Termina la ficción y también la realidad. 
“En el fondo, todos somos actores sobre este el gran tinglado de la vida y la epidermis es nuestro gran disfraz”. Posiblemente aquí se revela la filosofía del autor, quien quizá utiliza a Cristóbal para expresarse a plenitud, tal vez para contar su propia historia o la de algún conocido. Aunque Oliviero Duncan dice que “no se debe confundir al narrador de la historia con Cristóbal Pasos”, lo mismo ocurre con el autor del libro, no es el mismo que el que la escribe. No necesariamente. 

                                                                                   Andrea Jaimes